
En las últimas décadas, la forma en que leemos ha cambiado radicalmente. Desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los libros se consolidaron como productos de consumo masivo y como el medio principal para difundir conocimiento y cultura. Sin embargo, con la llegada de la televisión y, más tarde, los medios digitales, el texto extenso comenzó a perder protagonismo.
Al mismo tiempo, la producción y venta de libros impresos ha disminuido, especialmente entre jóvenes y adolescentes, quienes leen cada vez menos y durante menos tiempo. La lectura en internet tiende a ser rápida, superficial y de textos cortos, lo que limita la capacidad de involucrarse con contenidos complejos y de desarrollar vocabulario amplio.
Los estudios más recientes muestran que la comprensión lectora profunda sigue siendo superior en papel que en pantalla, sobre todo cuando se trata de textos largos o complejos. La lectura digital, aunque práctica y atractiva, suele favorecer la superficialidad y reduce la atención sostenida que se requiere para comprender en profundidad. Por eso, los investigadores y educadores siguen combinando ambos formatos según el propósito de la lectura: el papel para profundidad y la pantalla para velocidad y acceso.
En el caso de los niños, la lectura en papel es especialmente importante. Desde los primeros años, los libros impresos facilitan la interacción con padres y maestros, fortalecen la concentración y fomentan una comprensión más profunda de los textos. Los libros electrónicos, aunque llamativos y divertidos, a menudo compiten con juegos y otras distracciones digitales, reduciendo el tiempo de lectura efectiva y la retención de información.
Sin embargo, esto no significa que debamos temer a los formatos digitales. Los dispositivos electrónicos pueden ser aliados si se diseñan para favorecer la lectura compartida y se usan de manera consciente. Lo realmente importante es fomentar el gusto por leer, ofrecer variedad de libros, respetar los intereses de los niños y garantizar que tengan acceso a textos impresos de calidad.
En un mundo cada vez más digital, la combinación de lectura profunda en papel con lectura ágil en pantalla puede ofrecer a los lectores nuevas habilidades cognitivas, manteniendo la riqueza cultural y educativa que los libros han transmitido durante siglos.
Lectores, padres y educadores: la clave está en equilibrar ambos mundos, no en elegir uno sobre otro.